«Todas las generalizaciones son injustas, excepto esta».


[alguien lo dijo o escribió]

consideraciones contextuales

impresiones generales y desordenadas *

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Desde la homologación del Convenio Colectivo de Trabajo (CCT), decreto 366, vigente desde 2006, el reglamento de concurso y promoción es norma y establece, entre otras cosas, «las condiciones para el ingreso y egreso, el régimen de concursos, tiempo de trabajo, pautas de salud e higiene, capacitación, evaluación de desempeño y régimen disciplinario». Aunque en la Universidad Nacional de Misiones se realizaron concursos desde entonces, nunca fue plena la aplicación de estas normativas, tampoco fue posible diseñar instrumentos institucionales adecuados para la regulación y gestión de los recursos humanos. Se estima que el 2015 fue el último año en que se realizaron algunos concursos.

El año 2006 fue clave en materia de financiamiento universitario , el Gobierno nacional promovía el desarrollo científico y tecnológico con políticas y presupuestos que exigían transformaciones institucionales rigurosas y procedimientos delicados. Estas políticas implicaban reestructuración de la planta de trabajadores, desarrollo de políticas internas y monitoreo de los procesos en curso. La propuesta gubernamental apuntaba a capitalizar el breve crecimiento de la economía nacional (poscrisis 2001) sin hacerla colapsar.

El reencasillamiento de la planta de empleados universitarios (y la recomposición salarial), pautado en el CCT, fueron parte de esta transformación y generó tensión hacia dentro del claustro al efectuarse con discrecionalidad, produciendo desigualdades, afectando el sueldo o el desempeño, especialmente, mediante la ocupación de espacios jerárquicos.

Durante el verano de 2008, se pautó en camarilla aquello que un mes después se conoció como autopago . Tradición de la UNaM: enero, mes de relax, mesa chica y opereta; febrero, mes de ejecución, filtración informativa y pataleo del gran resto diezmado de la comunidad universitaria. Con pocos matices, pero sin demora, la situación tomó estado público convirtiéndose en un escándalo . Tras la renuncia del vicerrector Aldo Montini , hubo rumores de la salida de Luigi Caballero , entonces rector, ingeniero, guitarrista, ricotero y promesa local del movimiento nac&pop que ya empezaba a consolidarse en la UNaM. Finalmente, Caballero logró mantener su cargo .

En medio de esta crisis institucional, Javier Gortari, decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, economista, orador sobre derechos humanos, comentarista sobre asuntos setentistas y referente de la agrupación Convergencia Universitaria, visualizó con ojitos brillosos la posibilidad de trepar hasta el rectorado en medio del bochornoso entrevero que acabó mezclando al funcionariado beneficiado. Este emboyeré de personajes jerárquicos de todas las dependencias de la UNaM, ahora unidos para siempre por el autopago, desde sus lugares de podercito, se dispusieron a servir de catapulta hacia el rectorado para la no tan nueva cara que prometía una universidad con justicia laboral, refinamiento académico y calidad política e institucional.

Mientras tanto, en otra dimensión marcada por el malestar nacional del 2009, soportando en su espalda el costo político del escándalo del autopago y el informe de la Sindicatura General de la Nación (Sigen) , tras una gestión descangallada, manchada por el descrédito, Luigi Caballero era muy bien recibido en el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). Pero su viacrucis no termina ahí, en pocos años pasó a formar parte del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y luego a encabezar la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) . Así, a su notable formación académica agregó una sobresaliente carrera política, al menos entre los referentes de la UNaM.

La comunidad universitaria y sus gremios no pudieron digerir tantos episodios plagados de éxito personal, fracasos colectivos, discrecionalidades, indignaciones de pasillo y encendidos discursos progresistas. Trastornada por agotar su cuota combativa cuatrianual en la defensa de la élite del campo frente a las retenciones del Gobierno kirchnerista y discutiendo con pasión las cosas de la televisión, le resultó imposible ocuparse también de su propia vida institucional y sus vaivenes, especialmente, las regulaciones laborales. En el caso nodocente, se postergó la aplicación del reglamento de concurso y la evaluación de desempeño; tampoco la dirigencia institucional fue capaz de desarrollar algún tipo de política de recursos humanos entre tanto autopago y la urgente expansión universitaria.

Todavía capitalizando el lema sanmartiniano que le dio 8 años de decanato en Humanidades –«seamos libres, lo demás no importa nada»–, Gortari alcanzó el rectorado de la UNaM en el 2010 con el 51,3% de los votos, atravesando una muy reñida elección. Para entonces, la agrupación Convergencia Universitaria ya había dejado de portar el banderín exclusivo nac&pop y exponía sin vergüenza su composición transversal, según la jerga de la época. En el discurso de asunción rectoral, Gortari expresó:

«Somos una agrupación pluripartidaria y multidisciplinar. Aquí convergen los diferentes claustros de toda la universidad, sin discriminación política ni profesional ni de ningún tipo. Peronistas, renovadores, radicales, independientes, marxistas, conservadores. Ingenieros, profesores, trabajadores sociales, guardaparques, artistas, diseñadores, genetistas, historiadores, profesionales del turismo y la economía. El único límite lo da la defensa de los derechos humanos y el respeto al sistema democrático. Eso no nos hace ni más estúpidos, ni tampoco necesariamente mejores».

Esta desconcertante concepción política y otras tantas reflejan el relato de la era gortarista y conforman el libro Usar la palabra , una publicación de tirada extensa que se realizó a través de la editorial universitaria por razones culturales e intelectuales que aún se intentan establecer. El libro reúne artículos, documentos y autopercepciones sobre la gesta política e institucional del autor, incluyendo la faceta combativa contra individuos o grupos en posición de poder inferior.

A pesar de la crisis nacional y la merma del PBI, el financiamiento universitario sostuvo su incremento, pero en porcentajes mucho más bajos. Sagaz e intrépido, Gortari no tardó en conformar un equipo de gestión que actuó coordinadamente para recomponer la vida política e institucional antes de que el incipiente colapso presupuestario desmoralice a sus militantes.

Aprovechando la simpatía de referentes variopintos, del personal jerárquico del autopago y de quienes estaban convencidos de que podían recibir alguna vitualla, Convergencia Universitaria fundó agrupaciones patronales estudiantiles, docentes y nodocentes en todas las dependencias. Además, estableció la necesidad de mejorar la calidad del claustro nodocente incorporando trabajadores calificados según la conciencia política transversal de la época: militantes que se autoperciben de izquierda, con férreas convicciones para defender el modelo (que todavía hoy no termina de entenderse muy bien en qué consistía).

Pero no sería tan fácil, la comunidad universitaria ya había recuperado su capacidad crítica combativa cuatrianual y se puso alerta frente a la discrecionalidad en el reparto de cargos que suponía esta «inyección política de alta gama» en una institución sin ningún tipo de esquema para la gestión de recursos humanos. La dirigencia gremial, ahora sí, estaba lista para dar batalla con toda su fuerza y hacer valer los derechos laborales. Sin embargo, su lucidez dialoguista no tardó en comprender el «modelo revolucionario» y asimiló que la incorporación de aquel espíritu militante y combativo debía combinarse con el ingreso de personal con valores que hicieran de la universidad una gran familia. Así es como embanderaron inmediatamente los acuerdos y consensos para el fortalecimiento de la planta de trabajadores: una propuesta coyuntural de dos páginas que expresa la necesidad espontánea de pasar a planta permanente a quienes cumplieran con los criterios que ese par de carillas determina según el acuerdo previo entre algunos pocos personajes.

Muchos criticaron despectivamente el método con expresiones como «solo son papelitos de colores para justificar procedimientos administrativos por fuera del CCT, estos cachivaches están chocando la universidad», pero la dirigencia supo venderlo bien como «un gran logro de la democracia participativa de la UNaM que fortalece el diálogo y la urgente cobertura de cargos». Este latiguillo pudo haber sido indicador de alerta de la degradación política e institucional, pero eso no sucedió.

Fiel a su historia, el popular 50/50 –también conocido como miti y miti o fifty-fifty – una vez más trajo comunión y paz, aunque sea entre algunos pocos y la repartija sea sobre los recursos nodocentes. El resto del claustro no estaba muy conforme mirando desde afuera, pero primaba la esperanza en la promesa dirigencial: «en cualquier momento se derrama un poco de acuerdo y consenso y ahí les va a tocar algo de paz y comunión». Así fue como se forjó la inquebrantable paciencia nodocente junto al temperamento sanguíneo y doméstico que le permitió ser «el mejor amigo del podercito» y «llevarse bien con las autoridades» (conducta que las malas vibras denominaron canicheo , manchando la imagen de tan simpático perro y demostrando su racismo canino).

Cada expediente de ingreso o promoción es acompañado del corte y pegue de la Dirección General de Asuntos Jurídicos con la acusación patronal contra el gremio nodocente por no desarrollar y aplicar el reglamento, incriminación que hasta el día de hoy se acepta en silencio. Esta dinámica era desproporcionada en lo que cada cual ponía en juego: el gremio nodocente ofreció los recursos del claustro y se convirtió en el parachoque de los caprichos patronales, debilitándose cada vez más; mientras que los funcionarios fortalecieron su estructura de mercadeo y patronazgo sobre el claustro.

Las autoridades universitarias perdieron incluso la delicadeza de no acusar al gremio que nunca tuvo ni tendrá el valor de denunciar en el Ministerio de Trabajo las discrecionalidades y actos de violencia laboral, desprotegiendo a su claustro para que ellas puedan gobernar. Lo curioso es que ninguna gestión denunció la irregularidad de no aplicar el reglamento de concurso ni buscó apoyo institucional en estamentos de gobierno externos. El beboteo entre gremio y patronal se convirtió en un espectáculo deprimente que produce tanto daño laboral e institucional como risa de consuelo.

Claro que hubo disidencias, expresiones de descontento y confrontaciones en los ya deteriorados espacios políticos dentro de la universidad, incluso denuncias externas por violencias varias y violaciones de derechos laborales , pero fueron neutralizadas por la amalgama de jerarcas institucionales, referentes gremiales y cables provinciales, desestimaciones siempre aparejadas con la estigmatización de los denunciantes.

No todo es oscuridad. En la zona opaca, puede decirse que se respetaban algunos acuerdos más o menos formales, gremiales o no, y la gestión tenía cierta predisposición a escuchar un par de señalamientos sobre los malestares que producía su estilo de gobierno . También existía, en un espacio claroscuro, cierta agitación política. La actividad de la comunidad universitaria se orientaba a los derechos humanos y cruzadas populares de la agenda pública nacional. Académicamente, se accionaba con jornadas y espacios de discusión sobre cuestiones propuestas por la tendencia progresista, vital entonces, incluso cuando no provenían del Gobierno de turno o sectores posicionados. La tónica particular eran las indignaciones, denuncias y repudios sobre injusticias ajenas, las disputas de querellas nacionales y confrontaciones con fuerzas lejanas sin poder hacer lo mismo hacia dentro de la universidad, contra fuerzas cercanas.

Durante estos años hubo un colapso en el «inciso 1» (fondos destinados al personal), tanto por la crisis nacional como por la administración interna de los recursos humanos. La propuesta patronal para lidiar con esta situación fue establecer un sistema de puntos sobre la planta referencial que posibilitara la transferencia financiera entre espacios laborales, claustros y unidades académicas. Básicamente, este instrumento traduce los fondos económicos en una escala de puntos que se toma como referencia para la cuantificación y asignación de recursos entre los trabajadores. En su aplicación, esta equivalencia expropia los recursos producidos durante la trayectoria de los trabajadores (antigüedad, títulos, etc.). Entonces, por ejemplo, ante la baja de un empleado, los puntos disponibles para administrar y reasignar son solamente los que refieren al básico de la categoría (puntos genuinos), no los acumulados durante la vida laboral (puntos financieros), que son remuneraciones generadas y conquistadas por los trabajadores, tan genuinas como las primeras. Este segundo paquete de puntos queda a disposición del rectorado de turno y se destina a espacios ajenos al que se generaron.

Para el 2014, Convergencia Universitaria ya había ingresado, promocionado meteóricamente y atornillado a buena parte del funcionariado y del personal jerárquico. La cosecha de empleados acordes a su proyecto electoralista involucró un rastrillaje por cuchitriles municipales, aulas, departamentos docentes y espacios deportivos nodocentes, utilizando como trilladora las áreas administrativas-legales, de recursos humanos y bienestar estudiantil. También los cadetes en gremios, consejos directivos y superior fueron de gran ayuda.

Con este panorama, las pocas agrupaciones no patronales se adecuaron a la matriz pseudopolítica predominante y también se dedicaron al lobby por un lugarcito entre el acuerdo y el consenso, abandonando cualquier postura crítica pública, es decir, el discurso político. Gortari fue reelecto con el 82% de los votos. El resultado y las prácticas que lo hicieron posible imprimió en la población politizada la ideología del oficialismo permanente , en el resto, la apatía silenciosa e inactiva. Que es más o menos lo mismo.

La expansión de la planta nodocente fue posible gracias al instrumento de puntos de la planta referencial que quitaba recursos de los equipos existentes y los transfería a otros espacios, nuevos o no: a mayor expansión, menos recursos en equipos existentes. También hubo cargos asignados desde nación, pero son solamente la tercera parte de los puestos generados. Otro factor clave fue la no asignación de tareas o funciones de los tramos medios e inferiores, esto permitió flexibilidad laboral paliativa en los deberes de equipos incompletos y desestructurados.

El loteo de espacios de podercito es un clásico y se convirtió en método exclusivo para sostenerse en el gobierno: las secretarías de rectorado y las facultades son botín de cada agrupación patronal, las direcciones y otros espacios menores los son para los grupos de lobistas de segunda línea, disconformes pero silenciosos, militantes de la obsecuencia digna. El Frente Renovador de la Concordia Social se convirtió en un agente fuerte a la hora del reparto del erario: la ambición de los universitarios por saltar a la política provincial y la posibilidad de los provinciales de emplear en la universidad a los plastas que no pudieron hacer trabajar como municipales achicó la porción de torta de las partes.

El mismo método se utiliza para componer las listas gremiales y de delegados : un lobista por cada espacio, cosa de no soltar nunca el canal de mercadeo. Esto explica no solo la inconsistencia en los proyectos, sino la incompetencia y la flojera permanente en los organismos deliberativos, resolutivos y ejecutivos. Ni hablar de poder articular discursos y acciones gremiales: cuando en 2023, la comisión directiva de Apunam hizo una declaración de máximas mediante un comunicado, con foco en la inequidad y violencia laboral, fuerzas misteriosas produjeron un quiebre que motivó, en menos de cinco meses, la renuncia de casi la mitad del equipo que recién comenzaba su mandato. Este tipo de daños son difíciles de analizar y contrarrestar por el hermetismo de los involucrados, pero son fáciles de medir en el debilitamiento sindical del claustro .

Las elecciones nacionales y la victoria de Mauricio Macri ofrecieron nuevos desafíos para una universidad que promovió la lista opositora de Daniel Scioli. Al fin veríamos en acción a los nuevos trabajadores en planta: la militancia combativa defendiendo el modelo científico y académico, coordinando esfuerzos con el fortalecimiento de las bases mediante la solidaridad familiera.

El pie de guerra duró poco, entre diciembre de 2015 y abril de 2016: el estrés de charlar de política aceleró el agotamiento de la energía combativa, especialmente porque a los intensos debates sobre las cosas de la tele se sumaron las redes sociales. Además, la postura de no provocar al gobierno ajustador y la pereza política favorecieron la proclama que «la gente vota mal, qué bárbaro» no solo dio fin al simulacro de lucha, sino que empujó a la UNaM a «aceptar nomás el ajuste y ver cómo se pilotea esto hasta las próximas elecciones». El método favorito universitario frente a cualquier problema: hacer la plancha.

De cara a la renovación de autoridades –el momento más efervescente para los lobistas–, la transferencia de mando dentro de Convergencia Universitaria exigió blanquear a las agrupaciones integradas precariamente y reconfigurar la corporación como Convergencia, Unidad y Compromiso (CUC).

Hacia el final del segundo gobierno de Gortari, los edificios ya sufrían la desidia , incluso los levantados por la misma gestión presentaban problemas: aulas, comedores y oficinas en malas condiciones por escasos recursos para el mantenimiento y poco interés en las condiciones de la comunidad universitaria. Fue casi imposible trasladar la responsabilidad de este deterioro universitario al ajuste de la presidencia de Macri, de hecho, ni siquiera la propia gestión podía explicar institucionalmente qué pasó.

En lo político ya comenzaba a naturalizarse el achatamiento, no solo en la baja calidad de los funcionarios y representantes –los segundos al servicio de los primeros antes que de los representados–, también en la conformación de listas únicas. Era notable el abandono de las campañas políticas en favor del lobby; el gremialismo estrábico y debilitado dentro de una institucionalidad decadente se achanchó todavía más, arrastrando a las bases con las avalanchas de discrecionalidades y el derrumbe de los espacios de cogobierno en manos de lobistas.

El contraste se daba por el acertado desarrollo de la tecnicatura y licenciatura destinada a nodocentes, impulsada desde varios espacios sindicales y patronales, entre ellos, la Federación Argentina del Trabajador de las Universidades Nacionales (Fatun). El contraste rozaba la paradoja: se formaba a los trabajadores en gestión universitaria, mientras la gestión universitaria y la institución tambaleaban. Algunas bocas ingratas despotricaban contra Fatun por intervenir solamente de manera extrapolítica u oblicua; lenguas aún más maliciosas, las furiosas políticamente, aseguraban «Fatun ofertaba profesionalización porque jamás permitiría que ningún nodocente sea un felpudo en bruto, la dignidad de ser un felpudo educado no se negocia». Pero este sitio no promueve ni recomienda hacer eco de este tipo de calumnias gratuitas.

La elección nacional puso en la presidencia al Frente de Todos –encabezado por el dúo Fernández, Alberto y Cristina– y devolvió la esperanza en el modelo universitario que Convergencia Unidad y Compromiso todavía intentaba concretar y no pudo porque pasaron cosas: el amor vence al odio, pero había sido que no al neoliberalismo. La militancia al fin pudo recuperar su autopercepción de izquierda para combatir al capital y ahora sí que la UNaM iba a dar el salto cualitativo en todas sus dimensiones. Los nuevos aires predicaban la salida colectiva y con todos adentro, así que también los lobistas de segunda, tercera y cuarta línea sintieron más digna que nunca su obsecuencia porque al fin daba frutos. El ajuste comandado por el FMI, por el endeudamiento de Cambiemos, cobró un perfil humano e inclusivo y no sería tan cuestionado.

Alicia Bohren heredó una universidad llena de fresca dignidad, aunque descangallada, y al carismático y elocuente vicerrector, Fernando Kramer. La buena y útil herencia fue el capital electoral y la red de influencias para imponer acuerdos y consensos. La coalición Convergencia Unidad y Compromiso fue aplastante en las urnas (76%) , logró mayoría en el Consejo Superior entre los docentes y poco tardó en aprovechar el canicheo del resto de los claustros para controlar el máximo órgano de gobierno universitario. Tanto así que, en el discurso de cierre de su gestión, Bohren presumió que todas las resoluciones del consejo superior « fueron aprobadas por consenso ». La unanimidad en los cuerpos colegiados pasó a la vidriera de coalición como otro gran avance de la democracia participativa frente a las diferencias y confrontaciones originarias de la política.

Convergencia Universitaria es pionera en reelecciones: cada equipo de gestión se perpetúa todo lo posible, aunque sea imposible entender para qué, apenas cambian las caras del rectorado y los decanatos. La segunda ronda de Bohren en el rectorado ni siquiera necesitó sufragio: la despolitización en favor del lobby y los cientos de trabajadores que nunca conocieron otro activismo que no sea canichear hicieron posible esquivar las urnas y naturalizar la lista única para el rectorado mediante acuerdos y consensos. Esto facilitó todavía más el pasamano del rectorado hacia dentro de la cúpula de CUC.

Lejos quedaron aquellos objetivos iniciales de Convergencia Universitaria, más aún con la emergencia de una nueva fórmula rectoral con problemas de lectura y dificultades en la organización de ideas que no inspira garantías de excelencia académica. Además, el loteo de espacios institucionales fue cercándose con los caprichos de cada estanciero en funciones, abandonando el proyecto universitario integral y priorizando intereses particulares de sus grupos de presión.

Este desgranamiento institucional se evidencia en el libertinaje de los funcionarios a la hora de manejar los recursos humanos y económicos de cada nicho, también en la impunidad en las prácticas de desigualdad, discrecionalidad y maltratos . La única unidad importante es la que asegura la hegemonía, sin importar el costo de la fragmentación universitaria.

Como si fuera poco, la victoria de La Libertad Avanza demostró que los cientos de trabajadores ingresados para elevar la calidad política y consolidar la familiaridad institucional no eran militantes combativos, solidarios y comprometidos con la universidad, sino solamente misioneristas : pichones de lobistas desentendidos de cualquier actividad que no retribuya personalmente, indiferentes al conocimiento político e institucional y totalmente reacios a las reglamentaciones. En resumen: aquellos presuntos grandes militantes de la resistencia popular conforman hoy el blend renovador-libertariano de la UNaM. Algo similar sucede con las agrupaciones patronales, las dialoguistas por el puestito y los militantes de la obsecuencia digna: desprovistos de herramientas políticas, solo pueden esperar en silencio a ver qué cae de la olla.

En 31 años (1975-2006) se agregaron 262 empleados nodocentes, en los 18 años siguientes (2006-2024), otros 453 ; en cálculos aproximados, entre un periodo y otro, la planta nodocente pasó de incorporar 8 trabajadores por año a 25 nodocentes por año. El triple en casi la mitad de tiempo. Solo una tercera parte de estos ingresos se produjo por fondos provenientes de nación, el resto fue por transferencia de recursos existentes extraídos mediante el sistema de puntos de la planta referencial (financieros), afectando la estructura de los equipos y acentuando la flexibilización. Otros tantos puntos se volcaron a promociones. Es decir, más de la mitad del claustro ingresó, se formó como trabajador en equipos incompletos, realizando multitareas no acreditadas ni remuneradas: sin asignación de funciones, flexibilizado laboralmente, sin política de recursos humanos, en un escenario despolitizado, sin un sindicalismo activo y bajo la pedagogía laboral de los lobistas posicionados por el blend CUC.

Paréntesis: quien quiera desmentir este relato y procure acceder a documentación institucional que refleje alguna planificación, organigrama o esquema funcional de la planta de trabajadores, no encontrará más que expedientes que garantizan el procedimiento administrativo y legal. Nada hay sobre algo parecido a una política de gestión de recursos humanos. Incluso las planificaciones institucionales de acceso abierto no alcanzan a especificar las acciones gubernamentales: son tan genéricas y abstractas que podrían encausarse en cualquier institución. También el seguimiento es deficiente, el último informe de avance de la planificación de desarrollo institucional 2018-2026 se publicó en 2022. De cualquier manera, ese material es un buen insumo para aproximar un balance de las políticas universitarias y las prácticas concretas, también para determinar si fingimos demencia o fingimos coherencia.

Esta falta de papeles es algo compartido con los gremios, actas, informes, facturas, acuerdos y otros, es documentación cercada por las conducciones o se perdieron, se mojaron o se las comió el perro.

Actualmente, los gremios y las agrupaciones de lobby casi no se expresan sobre los problemas internos, propios de la universidad: realizan extensos análisis nacionales o internacionales, pero no pueden ni siquiera insinuar algo sobre la propia situación universitaria. Salvo que sea entre dientes y en espacios privados, la manera más inadecuada en el espacio más estéril. Un ejercicio ilustrativo es revisar el discurso intersindical de la marcha universitaria del 23 de abril y cambiar el nombre de la UNaM por la de cualquier otra casa de estudios superiores. El discurso es tan genérico y evasivo del ajuste cómplice local que puede aplicarse a cualquier universidad argentina.

Tampoco lo hacen los consejeros , basta con observar la poca relación que existe con sus representados en cualquiera de los órganos. Recientemente, al intentar explicar por qué las autoridades universitarias avalaron a los legisladores renovadores para desfinanciar a las universidades y sostener el DNU 70/2023, el secretario del Consejo Superior manifestó en su media lengua adolescente que la cúpula de la gestión y los consejeros « no quieren quemarse » con el blend renovador-libertariano y aseguró que los consejeros seguirán al servicio de los decanos y rectores antes que de la comunidad universitaria.

Sin empacho ni remordimientos, Alicia Bohren y Sergio Katogui, las caras actuales del blend CUC, también se desentienden de los daños que el ajuste nacional produce en la universidad baqueteada, beboteando con el Gobierno renovador y diferenciándose de las acciones de la comunidad universitaria contra las políticas de Milei. Para sorpresa de nadie: priorizan la hegemonía del blend Convergencia Unidad y Compromiso y sus lobistas antes que la universidad, asimilando las directivas y los recursos de la Renovación y posicionando a sus militantes dentro de la universidad.

Hoy, la gestión opta, institucionalmente, por un modelo comunicacional alegre y dicharachero que oculta el daño del ajuste nacional y de sus propias prácticas de gobierno, consumando el maridaje con el de la Renovación, cómplice del ajuste del Gobierno nacional. Ha cerrado la puerta al diálogo, las paritarias y los problemas crecientes en cada rincón universitario. De hecho, propicia los ataques de sus lobistas contra la comunidad universitaria, tal como sucedió en alguna elección estudiantil de Exactas , en Forestales y Humanidades durante las jornadas de protesta en 2024 , en los maltratos del secretario Mauricio Franco sobre los nodocentes, el desprecio de Ingeniería y Artes por los docentes provinciales durante la marcha universitaria o la postura de los delegados que dan la espalda a sus compañeros bajo la protección patronal y la permisión gremial. Todas estas prácticas fueron aprobadas o silenciadas por las dirigencias, incluso naturalizadas.

Tras casi 20 años de gobierno y connivencia, nadie puede dar la cara para explicar y acreditar las políticas de recursos humanos que se llevaron a cabo ni reparar los perjuicios. Hace años no vemos algún gremio confrontar con la patronal, menos aún asambleas; los cuerpos colegiados están más fríos que nunca y la comunidad no parece tener interés o habilidad para recuperar los espacios políticos.

La pérdida de la capacidad de problematización de la vida en común revela la soltura de los lazos sociales y quizás es indicador de fracaso como comunidad política.

Ahora sí, aquel lema de Convergencia Universitaria consolida su significado y potencia: seamos libres, lo demás no importa nada.

Fragmentos del guion para el audiovisiual La Convergencia Avanza .
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