Por Marce Oliveira
notas sobre una asamblea Apunam (R2)
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Apunto poquitos comentarios sobre el tercer encuentro de la asamblea (21 de mayo) para tratar los reglamentos de ingreso, promoción y evaluación nodocente.
La jornada fue muy prolija, a diferencia de las anteriores; ya estamos manejando los mismos contenidos de los documentos en cuestión. Es difícil saber si todos los presentes leímos los reglamentos o, de tanto compartir ideas en los encuentros, se va unificando el contenido. De cualquier manera, la asamblea sirve, funciona y mejora al claustro, directa, indirecta, intencional o inintencionalmente.
Discutir, confrontar e intercambiar ideas y posturas hace traccionar la toma de decisiones. Por eso fue notable el despliegue de la última sesión, desde la presidencia hasta los más tímidos asistentes pudimos hacer un seguimiento productivo de lo tratado. Con aproximadamente 15 horas de actividad en 3 encuentros, desarrollamos habilidades para sostenerla y hacerla funcionar. Por donde se la mire, la asamblea sirve, educa y mejora al claustro, directa, indirecta, intencional o inintencionalmente.
Cada aporte, cada intervención, cada comentario interpersonal paralelo asienta todavía más la importancia de lo tratado, despierta interés y afianza el compromiso de los asistentes. También hace posible asimilar la postura de la otra persona en un contexto de autoconvicciones y autopercepciones, cosificado por años de aislamiento y autosatisfacción. Empeñar la palabra propia autopercibida verdadera y encontrarse con otras semejantes, por lo menos te saca del termo. Esto es muy valioso en tiempos donde nadie escucha a nadie. Sea como sea, la asamblea sirve, enriquece y potencia al claustro, directa, indirecta, intencional o inintencionalmente.
Este gran salto cualitativo en el trabajo gremial e institucional nodocente no significa que llegamos muy lejos ni muy alto; de hecho, solo nos estamos despegando del piso. Tantos años sin agitar asambleas ni actividades políticas y gremiales que no estén jaladas por el lobby, la comida o el deporte, nos acható y pegó al piso como moco en la vereda.
Pero esta levantada de cabeza es tan buena que, durante las jornadas, es más difícil identificar el discurso del lobista y del cadete patronal, incluso habiendo funcionarios y sindicalistas abulonados.
Sí se nota, todavía, cómo cada cual quiere cuidar su rancho o la estancia del patrón. Y en esos intentos se revela la fragmentación universitaria: cada unidad académica o secretaría general procura introducir en la norma sus tradiciones de gestión autóctona, el costumbrismo estanciero, el popular «en casa lo hacemos así». Claro ejemplo de la desregulación general universitaria.
Lo dicho no debe ser motivo de vergüenza ni desánimos: habitamos una universidad bastante desinstitucionalizada, de baja estofa en cuanto a tecnificación y calidad normativa, todavía gobiernan los pilluelos de la tramoya y el ventajismo, y sobran los gremialistas del «qué le vamo' hace', así noma' e', no sea' problemático». Algo de esto se nota en la introducción del cuerpo de delegados gremiales al proceso de ingreso y promoción: no sabemos ni si cumplen con el reglamento de delegados o si hacen algo, pero le confiamos la carrera laboral porque sabemos que están en el circuito del lobby y es la única forma que conocemos para obtener algo.
Más de la mitad del claustro nodocente solamente conoce estas costumbres. Somos 715 nodos (aproximadamente); desde el 2006, ingresamos 452 trabajadores con esta maña político-institucional, otros cientos consiguieron promociones avalando la cultura del «así noma', no pasa na'». Pues sí, pasa, hoy queremos comenzar a garantizar nuestra carrera laboral con regulaciones mínimas y corremos el riesgo de torcer las normas hasta romperlas, dejándonos, al fin y al cabo, en el mismo lugar cachivache. Pero basta de especulaciones, quien quiera precisiones que se las amañe para sacarle información a Liliana Riveros así podemos saber qué hizo la Secretaría de Infraestructura y Recursos Humanos, durante tantos años, para instaurar garantías laborales.
Esta experiencia significa que debemos convocar a las asambleas a los demás nodocentes: a los filósofos de escritorio, a los teóricos de pasillo, a los clarividentes de la cancha, a los sabiondos del «por qué no hacen así», los comprometidos con la universidad de 6 a 13 horas. Superar la haraganería política no es fácil, lo digo por experiencia, pero se puede con la ayuda de los compas, estando en movimiento.
Es momento de recuperar o construir las capacidades gremiales y políticas: el ajuste de Milei avanza y se siente en la deserción estudiantil, las carencias institucionales y la baja del salario.
Un momento destacado de la asamblea del 21, que seguramente se retomará más adelante, fue el de los intercambios sobre el puntaje de los títulos académicos a la hora de promocionar.
Quizás porque es un tema que lleva tiempo discutiéndose, se revisó rápidamente la puntuación de la tabla que califica los estudios de los nodocentes para la promoción: se contrastaron puntos de vista entre quienes creen que la carrera de gestión universitaria vale más que otros títulos profesionales pertenecientes a disciplinas que cuentan con siglos de vigencia en el campo del conocimiento, sin importar si es o no afín al cargo y las tareas que desempeña el trabajador.
Impulsados por la voluntad de avanzar con la revisión del proyecto, no se pudo atender qué hacer con la buena cantidad de trabajadores que no desempeña labores administrativas –eje predominante para la profesionalización nodocente– y tampoco recibe capacitación de la institución ni de la organización sindical. Por ejemplo, el personal que realiza tareas técnicas de oficio que a veces no cuentan con avales disciplinares y académicos, sea porque no existen como carreras institucionalizadas o los trabajadores no pueden acceder a esos estudios o capacitaciones.
Otro ejemplo de la indiferencia y desidia histórica de las dirigencias que no permite normatizar o desarrollar la carrera laboral del claustro sin excluir o devaluar a una parte de los trabajadores.
Y ya que estoy en pose balance y evaluación (?), hago un comentario y una invitación sobre una pequeña mención del presidente de la asamblea durante la discusión de uno de los puntos del reglamento.
comentario ● El secretario general de Apunam leyó algunos ítems de los anexos vinculados a la evaluación de desempeño y las calificaciones que definirían las promociones de los nodocentes. Recojo al tuntún un par de estas referencias evaluadoras: actitud proactiva, ánimo de superación y colaboración.
Los indicadores que se procuran utilizar no tienen forma de medirse o probarse, menos aún en una institución floja de papeles, instrumentos y políticas para la gestión de recursos humanos. Están librados a la consideración del personal jerárquico, trabajadores que, en muchos casos, nunca fueron evaluados de ninguna manera. O todavía peor, quedan librados a la subjetividad de los funcionarios, agentes que ya ni siquiera atraviesan una elección ni criterio político-institucional, tampoco alguna instancia seria que permita acreditar sus capacidades de gestión. Estas afirmaciones no necesitan mucho análisis probatorio: si hubiéramos tenido funcionarios calificados y bien formados, no estaríamos como estamos. 20 años de chapucería.
invitación ● Estos ítems de evaluación y calificación fueron incorporados por la comisión ad hoc (comisión directiva Apunam y la patronal: Liliana Riveros, Carolina Bertolino, Sergio Katogui y otros personajes que aparecieron de sopetón por fuera de lo acordado en paritarias).
Cuando el presidente de la asamblea los leyó, recordé el segundo encuentro del taller La evaluación en la universidad, dictado por el reconocido especialista Carlos Pérez Rasetti, el martes antepasado.
Después de un largo despliegue de conceptos primordiales para pensar en una evaluación institucional, Pérez Rasetti analizó el Plan de Desarrollo Institucional de la UNaM (PDI). Repasó la visión de la universidad con el mismo espíritu que revisó el eje presentado en el fragmento de video a continuación: intentando señalar, con profesionalismo y decoro, los términos fantasma que el Gobierno que diseñó el plan incorporó a la política de «desarrollo». Esto sucede porque el equipo de gestión diseñó este plan abandonando el conocimiento en favor del coaching.
El recorte de video se enfoca en el término espíritu emprendedor; al igual que ánimo de superación y demás asentados en la evaluación de desempeño, es pura charlatanería imposible de medir, mucho menos en una institución desvirtuada sin asignación de funciones ni herramientas de monitoreo del trabajo.
La charlatanería no solo hace posible las discrecionalidades, sino que promueve la holgazanería cognitiva. La ignorancia verticalista explica por qué avanzan los libertarianos en la universidad, junto a los renovadores virginios.
¡Arriba ese ánimo! No es tan grave que la comisión ad hoc se haya servido del coaching para algo tan importante como nuestro reglamento, si lo hizo el área de planificación institucional creada por Bohren y Katogui especialmente para hacer el PDI 2018-2026, podemos tolerar uno que otro desacierto.
Llevamos 7 años orientando el “desarrollo UNaM” con estos principios virginios chapuceros y ahora Pérez Rasetti nos educa. Nunca es tarde para aprender. Firma: UNaM, 52 añitos.
Fragmentos del segundo encuentro del curso La evaluación en la universidad,
se trata de la Visión PDI, el eje socioeducativo y el término espíritu emprendedor.
Lo jugoso está en las pausas, la meditaciones, en lo dubitativo.
Este video está acelerado en X1.3
🠋Dejo enlace a la lista de reproducción con los tres encuentros🠋