Acontecimiento snack

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No sé cómo terminó la asamblea por el reglamento de concursos ayer, pero valió mucho la pena, al menos hasta donde estuve.

Los delegados compartieron por el canal de chat unilateral el documento modificado y aprobado. Pueden descargarlo pinchando sobre la imagen.

Para mí, lo relevante fue el acontecimiento. Seré breve y me tomaré algunas libertades en el relato para no revelar identidades ni interpretaciones equivocadas: porque lo importante es el suceso y la subconciencia colectiva, el subtexto.

Durante la asamblea, las discusiones más calientes fueron sobre cómo amañar el reglamento y a qué tipo de concursante debía involucrar cada modificación, palanqueando siempre con el ya clásico “recordemos cómo cientos de trabajadores ingresaron y avanzaron en sus carreras”.

En medio de la discusión, alguien intentó erradicar los dichos o prejuicios populares sobre la alteración deshonesta de los concursos en la UNaM. Utilizó, de manera retórica, un ejemplo didáctico para señalar el componente extrafactual (no conocido objetivamente, no comprobable).

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Mientras desarrollaba su punto, aplicó la frase “no podemos decir ‘todos los concursos docentes son arreglados’”. Y alguien gritó “¡ah, que no!” y toda la sala estalló en risas.

Después hubo una sensata, necesaria y decente reprimenda sobre la risa colectiva, señaló que no podemos reírnos de esa manera cuando estamos intentando establecer una normativa fundamental en lo laboral e institucional, porque nos devalúa éticamente como universidad y trabajadores.

Es cierto que esta reflexión también despertó algunas risas silenciosas, miradas cómplices, gestos sarcásticos o irónicos, pero todo con disimulo y apuntando a la seriedad.

El gesto humorístico de ese “ah, que no” fue clarísimo. Nada tiene que ver con la verdad o la realidad, solo detonó la risa que descomprime la tensión y, cuando decaen las esquirlas y los suspiros, nos deja ensimismados, bajoneados. Pero no por la reprimenda ejecutada. Hay algo más.

No solo cargamos con una larga tradición de discrecionalidades que produjeron profundas inequidades, muchas mediadas por desprecio y otras crueldades, que destrozaron cualquier confianza institucional, sino que sabemos que los reglamentos de concurso nodocentes funcionarán en el aire.

La UNaM no es una institución con asidero formal para los recursos humanos. En términos generales: falta una política integral de recursos humanos, definición de estructuras (organigramas), proyecciones estratégicas, asignación de funciones y monitoreo del trabajo. El registro más fiel y sistematizado que existe en la secretaría general de recursos humanos es el de asistencia (aun así, hay casos de revisión y corrección).

Esto será más evidente cuando se aplique el reglamento y la evaluación de desempeño. Dejemos de lado la propuesta abstracta del CCT para evaluar a los nodocentes, no contempla las particularidades de las universidades autónomas, en lo pragmático, cualquier evaluación requiere registros objetivos que en nuestra universidad no existen porque se pondera cierta flexibilización. Por ejemplo, no asignar funciones habilita la multifuncionalidad, además de no acreditar tareas que serían antecedentes para promocionar y, como contrapunto, revela la inequidad de funciones entre los trabajadores.

Otro de los aspectos puestos en evidencia es la calificación de pares que podrían ser jurado sin haber conocido jamás un concurso. Y esto involucra a buena parte del claustro.

Quizás el acontecimiento de la risa no resulte irrisorio relatado en texto o fuera del contexto, pero ayuda a entender la situación y la hace provechosa: discutir cualquier norma revela las carencias institucionales y la precarización laboral, poniendo en evidencia la desidia de la dirigencia gobernante y su gabinete de secretarios que, en la UNaM, lleva 18 años. Pero también refleja nuestra complicidad, involuntaria o no.

Intentar seriedad institucional en estas condiciones merece tantas risas como preocupaciones.

En fin: se aprobó un reglamento sin haber dado de baja el instrumento patronal para el manoseo de recursos (resolución 045) y, mucho menos, sin haber puesto a trabajar a los funcionarios para que hagan su parte: una política de recursos humanos y planificación estratégica que encaucen y den sentido a los procedimientos normatizados.

Estamos encarando un tremendo ajuste, con una faceta desreguladora agresiva que tiene varias estrategias (fusionar, desplazar, vaciar, despedir), sin herramientas institucionales que traduzcan y acrediten nuestro quehacer.

De cualquier manera, este es un relato ocioso. Si en verdad los acontecimientos son una oportunidad de cambiar algo, una disposición potencial de acciones extraordinarias, no creo que sea este el caso, no parece que suceda algo más que miradas y risitas cómplices, lo ordinario.

Qué pena, valió, pero solo será pena. Y un chiste infinito.

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